En el seno de la Iglesia cristiana han existido durante siglos las siguientes disputas: ¿Debe proporcionarse vino a todos los fieles que participan en la misa o sólo al sacerdote? ¿Debe ser necesariamente vino blanco o tinto, o eso es irrelevante? ¿Se puede mezclar el vino con agua? ¿Se permite el uso de zumo de uva, vino espumoso u otras bebidas en lugar de vino? ¿Y cómo se abordan estas cuestiones, muy discutidas por muchos clérigos de alta formación, o el consumo problemático de alcohol por parte de los niños, los enfermos y los alcohólicos? Y por último, pero no por ello menos importante: ¿el vino (de masas) tiene que producirse de forma especial según ciertas normas "cristianas"?
Origen
Esto suena extraño a primera vista, porque en realidad la respuesta debería ser clara e inequívoca. El origen está, después de todo, en la famosa Última Cena, en la que Jesús disfrutó del pan y el vino con sus discípulos en la víspera de su muerte en la cruz y les ordenó que continuaran la costumbre en su memoria. La iglesia suele referirse a la interpretación u observancia incondicional de las palabras de Jesús, así que ¿por qué estas preguntas aquí? El problema se agravó desde el comienzo de la Reforma, a principios del siglo XVI, porque Martín Lutero y otros reformadores como Juan Calvino y Thomas Müntzer exigieron con vehemencia la observancia incondicional de las palabras de Jesús.
En los rituales de sacrificio descritos en el Antiguo Testamento en la Biblia, el vino es derramado por los judíos como símbolo de prosperidad, expiación de la culpa y como signo de adoración a Dios, así como la sangre de los animales como símbolo de vida, y así devuelta a Dios. En la Iglesia cristiana, el vino y el pan tienen un significado místico como sacramento de la Cena del Señor instituida por Jesús (griego Eucaristía = acción de gracias). El precursor simbólico es el rey Melquisedec, mencionado en el libro del Génesis en la narración de Abraham, que da nombre a una de las numerosas botellas de champán de gran tamaño.
La Santa Misa
En la Santa Misa, según la fe cristiana, el pan y el vino se transforman realmente (es decir, no sólo simbólicamente) en el cuerpo y la sangre de Cristo (consagración = la sustancia; no la apariencia) y constituye el punto culminante de esta celebración. En la recepción de la Cena del Señor (comunión = unión) en los primeros tiempos de la comunidad cristiana, se solía dar pan y vino a todos los presentes. Sin embargo, a partir...
