En viticultura, este término puede tener dos significados:
En meteorología, término habitual para designar el agua que, o bien cae a la tierra en forma líquida de lluvia o tormentas eléctricas y/o en forma sólida de granizo, aguanieve, llovizna o nieve procedente de las nubes, o bien se deposita como precipitación superficial directamente sobre objetos como la superficie terrestre a través de la condensación (como ocurre con el rocío) o la resublimación, es decir, la transición inmediata de una sustancia de un estado gaseoso a un estado sólido de agregación (como ocurre con la escarcha). La cantidad de precipitaciones necesarias en viticultura también depende de las condiciones respectivas del suelo, como el drenaje y la capacidad de almacenamiento de agua. El límite inferior anual es de al menos 200 mm de precipitaciones, para una viticultura de calidad se requiere una media de 500 mm, en climas más cálidos con alta evaporación 750 mm.
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Dr. Edgar Müller
Dozent, Önologe und Weinbauberater, Bad Kreuznach