Durante mucho tiempo, el vino se comercializaba en barriles y sólo era embotellado por el último vendedor o consumidor en recipientes de keline. Desde la llegada de las botellas de vidrio, a partir de mediados del siglo XVII, también se hizo costumbre fundir en un sello de vidrio. En el sello se menciona la cristalería o el fabricante correspondiente, el tamaño de la botella y, a veces, también el volumen nominal. Este último pretendía evitar el fraude en los bares con botellas demasiado pequeñas. En la fábrica de vidrio Holzen (Holzminden, Baja Sajonia), que existió de 1744 a 1768, se producían, entre otras cosas, botellas con sellos de vidrio. Durante las excavaciones realizadas en el emplazamiento de la antigua fábrica, se recuperaron numerosos sellos de vidrio. Entre ellos había motivos con un león, un caballo saltando, un ciervo, con tres hojas de follaje o monogramas, como las letras "W" y "C" de Carl. I., que como duque había iniciado la fundación de la cristalería. Estas botellas eran utilizadas principalmente por la nobleza y la alta burguesía, así como por posaderos y publicanos. Véase también el apartado de botellas y recipientes de vino.
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Markus J. Eser
Weinakademiker und Herausgeber „Der Weinkalender“