El olor o el sabor de un vino como el café, que se menciona en el contexto de un discurso sobre el vino, se puede reconocer con relativa claridad. Sin embargo, se trata de un cuadro gustativo extremadamente complejo de cientos de sustancias aromáticas diferentes. Al igual que el vino, depende de la variedad de cafeto, de las condiciones del suelo y de las condiciones climáticas durante el crecimiento cómo se desarrollan los aromas especiales del grano de café. El nombre de café deriva del árabe "qahwa" (bebida estimulante), que curiosamente también se utilizaba originalmente para el vino.
Los sabores van de lo dulce a lo amargo y de lo salado a lo ácido, con tonos florales, ahumados, especiados, tostados, medicinales, quemados y picantes, así como diversos aromas de cítricos, cacao, bayas, vainilla, coco y cebolla, entre otros. También hay una rueda de aroma especial para el café que es muy similar a la del vino. A pesar de esta variedad, el típico sabor básico del café se mantiene. La cafeína contenida en el café está sujeta a declaración a partir de una determinada cantidad (véase también el apartado IDA). Las metoxipirazinas (aceites esenciales) contribuyen al aroma terroso del café crudo. El fuerte tostado de las barricas de barrica también produce, entre otros, aromas de café. En relación con el café, suelen aparecer tonos similares, que se describen como tostados, caramelizados, ahumados y quemados.
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Dr. Edgar Müller
Dozent, Önologe und Weinbauberater, Bad Kreuznach